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18 de enero de 2019

A cuatro años de la muerte de Nisman, “Tuny” Kollman demuele la burda intención de mostrar que fue un crimen

Bajo el título “Un monumento a la mentira”, el periodista Raúl Kollmann desde el diario Página 12, y a propósito de los cuatro años que hoy se cumplen de la muerte de Alberto Nisman, se encarga de demoler en detalle todas las cuestiones que apuntan a demostrar erróneamente que el fiscal fue asesinado, a pesar de la ausencia de pruebas, y en sintonía con los intereses del macrismo y las derechas de Estados Unidos e Israel.

Algunos de los puntos centrales de la nota:

– Transcurridos cuatro años, la denuncia de Alberto Nisman y la muerte del fiscal siguen siendo punta de lanza política y judicial, falseando lo que dicen los hechos que fueron apareciendo todavía más en estos 48 meses. En Comodoro Py ya elevaron a juicio la descabellada causa por el Memorándum de Entendimiento con Irán, un tratado que fue aprobado por ambas cámaras del Congreso y que nunca entró en vigencia.

– Para seguir adelante con la acusación por encubrimiento contra Cristina Fernández de Kirchner tuvieron que recurrir a una maniobra insólita: evitaron que declare en el expediente el protagonista clave de la historia, el ex titular de Interpol Ronald Noble, quien desde el primer día sostuvo que “la denuncia de Nisman es falsa”.

– En paralelo, también Comodoro Py avanza en la causa por la muerte de Nisman. En cuatro años no encontraron ni un supuesto comando, ni siquiera un sospechoso, al que puedan adjudicarle que entró o salió del edificio Le Parc y mucho menos que accediera al departamento en el que vivía el fiscal. En la escena no había ni desorden ni rastro de pelea alguna que sugiriera la posibilidad de un homicidio. Pese a semejante orfandad de prueba, los dos expedientes son la base de la utilización política por parte de las derechas de Estados Unidos e Israel y por parte del gobierno de Mauricio Macri.

– El capítulo final de la vida de Nisman se centró en la denuncia contra el gobierno de CFK por el Memorándum. Es casi seguro que también allí estuvo la clave de su derrumbe, porque en apenas tres días –entre el 14 de enero y el 17 de enero de 2015– la denuncia fue virtualmente arrasada. La jueza de feria, María Romilda Servini de Cubría, rechazó tratar la presentación del fiscal sosteniendo que no aportaba las pruebas. El juez Ariel Lijo estuvo de acuerdo con Servini y el juez Rodolfo Canicoba Corral sostuvo que no sólo la denuncia no tenía entidad probatoria, sino que había que investigar a Nisman por trabajar un tema por dos años, sin ningún control judicial.

– Sin embargo, la respuesta más rotunda provino del gobierno de CFK, ya que el fallecido canciller Héctor Timerman mostró las pruebas que indicaban que nunca se benefició a los sospechosos iraníes y que, por el contrario, se le exigió a Interpol que no hubiera ninguna modificación en las órdenes de captura. A eso se sumó luego una lapidaria intervención del estadounidense Ronald Noble, ex titular de Interpol, quien certificó que el gobierno argentino siempre se mantuvo férreo en que debían sostenerse las órdenes de captura con alertas rojas.

– La otra causa que se utiliza como ariete político es la referida a la muerte del fiscal. En los cuatro años transcurridos, la hipótesis del homicidio se fue diluyendo, aunque el gobierno de Cambiemos y el aparato de Comodoro Py tratan de darle aliento basándose en una pericia de la Gendarmería, fuerza que responde al mando de Patricia Bullrich.

– El libro de Pablo Duggan “Quién mató a Nisman”, describe los últimos dos días del fiscal: no salió del departamento, bajó las cortinas, no se vistió más. Su hombre de referencia, el ex jefe de la SIDE Jaime Stiuso, no le contestó el teléfono; su referente internacional, Noble, le dio la espalda, y en semejante soledad tenía que ir al Congreso a defender una denuncia que hacía agua.

– Pese a todas las evidencias, el expediente se sigue usando como ariete político. En Comodoro Py y en la Casa Rosada no se bajan de la hipótesis del comando iraní-venezolano-kirchnerista, extraordinariamente sofisticado al punto de que nadie lo vio entrar ni salir ni se encontró prueba alguna, aunque al mismo tiempo se trata de un comando tan torpe que usó un arma vieja, con proyectiles comprados 14 años antes y registrada oficialmente a nombre de Lagomarsino. Caso inédito en la historia.

– Es evidente que las pruebas y los hechos no interesan. Lo que importa es el uso político-judicial-electoral, como ocurrió en Brasil con el encarcelamiento de Lula.

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