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16 de junio de 2017

Tras los pasos del tango, el chamamé quiere ser Patrimonio de la Humanidad

Se presentó ayer en París y las razones se resumen en "su fuerza ancestral y su plena vigencia".

El chamamé no quiere ser menos que el tango y también busca en esta ciudad ser declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. El intento no es tan fácil porque es una música bastante menos conocida internacionalmente que la autóctona de las principales ciudades a uno y otro lado del Río de la Plata, Buenos Aires y Montevideo, y que ya lleva varias décadas de halagos. Su baile ha trascendido las fronteras y ha tenido, gracias a Carlos Gardel y Astor Piazzolla, sólo por citar dos de sus más grandes exponentes, proyección universal. Por eso ya es Patrimonio de la Humanidad desde 2009.

El chamamé, en cambio, todavía tiene mucho por intentar trascender las fronteras -incluso las internas-, pero viene dando pasos importantes. En tal sentido, también en 2009 fue declarado por ley patrimonio cultural de la Argentina, y el 19 de septiembre Día Nacional del Chamamé, por conmemorarse el día de la muerte de Mario de Tránsito Cocomarola, compositor, entre otros 400 temas, del "himno" correntino "Kilómetro 11", junto con Constante Aguer.

Para sumar argumentos llegaron a París el gobernador de Misiones, Hugo Passalacqua, y José Gabriel Romero, director del Instituto de Cultura de Corrientes. "Es una música mágica con una poética muy amorosa que va peinando el paisaje -opina Passalacqua- y en la que el mundo va a encontrar un pedazo de América latina no descripto en otras melodías." La aspiración a tan alta distinción mundial vino en dos pasos en la capital francesa -una soirée en la embajada argentina, el miércoles por la noche, y un almuerzo ayer en la Unesco-, aunque tal vez fueron más de dos pasos, si se toma en cuenta que en la delegación nacional ganaron la pista los reconocidos bailarines de tango Gisela Passi y Rodrigo Rufino, y hasta el cónsul y el vicecónsul se animaron a un par de cortes y quebradas. Sin embajador -el que estaba, Jorge Faurie, es el nuevo canciller argentino, que reemplaza a Susana Malcorra-, la delegación quedó en manos del encargado de Negocios, Darío Zelaya, amable anfitrión de la velada.   Música para el mundo   El chamamé no se dejó ganar la parada así nomás en una tarde de brisa cálida sobre el gran patio de la mansión de la rue Cimarosa, y para eso convocó a sus máximos exponentes: el gran acordeonista Raúl Barboza, radicado en París desde hace más de 25 años, y el guitarrista y compositor correntino Rudi Flores con su trío, que también musicalizaron el almuerzo en la Unesco.

En el encuentro social de la embajada, el chamamé y el tango midieron fuerzas cuerpo a cuerpo porque también se subió al escenario el legendario bandoneonista Juan José Mosalini, que desgranó melodías más porteñas. Es que, en realidad, la recepción en la delegación argentina buscaba agasajar al cuerpo diplomático, empresarios, artistas y miembros del sector académico como parte de un trabajo de seducción para que cuando llegue el momento, en noviembre próximo, estén los votos suficientes que posibiliten que la Expo 2023 se realice en nuestro país.

En cambio, en el almuerzo de ayer, el chamamé fue el protagonista excluyente. Para otra oportunidad quedaron las aspiraciones de la randa tucumana -una apreciada artesanía textil de esa provincia- y el famosísimo y bullanguero cuarteto cordobés. La música del Litoral supo hacer valer sus derechos y les ganó la delantera para llamar la atención de la Unesco, que admite una sola propuesta por año y por país. El 31 de marzo pasado fue presentado un completo dossier con los fundamentos de defensa de la moción nacional, cuyos pilares pueden sintetizarse en su fuerza ancestral y su plena vigencia.

El chamamé es contemporáneo en el tiempo y en su distribución geográfica con las misiones jesuíticas, por lo tanto toma todas las provincias de la Mesopotamia argentina, el sur de Brasil, Paraguay y el noroeste de Uruguay.

El Ministerio de Cultura de la Nación y el Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos se pusieron al frente del proceso que terminará de dirimirse a fin del año próximo, cuando se vote en la Asamblea de la Unesco a favor o en contra de esa iniciativa. Antes, el 30 de este mes, las autoridades del organismo internacional harán una devolución técnica y se sabrá si el chamamé sigue en carrera.

Sorprendió durante la comida de ayer el musicólogo Michel Plisson con sus profundos conocimientos sobre este género musical. "El chamamé -apuntó- tiene una actualidad muy especial porque por mucho tiempo fue sólo la música de los «cabecitas negras» y de los indios. Viene del Paraguay, pero también las inmigraciones rusa y yugoslava lo nutrieron con instrumentos de fueye que le aportaron mayor riqueza."

Los chamameceros se muestran entonados por la declaración de su música como patrimonio cultural del Mercosur, la semana pasada. "No es un bien en peligro -subraya el titular del Instituto de Cultura correntino, Gabriel Romero-, sino en su máxima vitalidad, que se puede fortalecer a nivel nacional si se incorporara la enseñanza del folklore en las escuelas y con mucha fuerza y valor musical para expandirse internacionalmente."

Romero recuperó la sonrisa con tantos honores parisinos tras su disgusto porque la música litoraleña no fue incluida en la ceremonia central en vivo de los Premios Gardel, ya que la entrega de la distinción al mejor álbum de chamamé (Puertos, de Hernán Crespo) fue grabada y editada con anterioridad.

Por esas raras casualidades del destino, la presentación de ayer en la Unesco coincidió con la fecha de cumpleaños de Ramona Galarza, tal vez la cantante más famosa del género. Habrá que ver si funciona como cábala.

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