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MUNDO

11 de mayo de 2015

Raúl Castro: “Si el Papa sigue así, regreso a la Iglesia”

Castro: “Muy impresionado por la sabiduría, la modestia y todas las virtudes” de Jorge Mario Bergoglio.

Raúl Castro y Francisco se reunieron durante 55 minutos. “Yo me leo todos los discursos del Papa. Si continúa hablando así, les aseguro que volveré a rezar y regresaré a la Iglesia. Y no lo digo en broma”, dijo el líder cubano.

Después de pasar 55 minutos juntos y a solas en el Vaticano, el presidente de Cuba, Raúl Castro, declaró este domingo que había agradecido al papa Francisco su mediación en el acercamiento a EE UU y se confesó “muy impresionado por la sabiduría, la modestia y todas las virtudes” de Jorge Mario Bergoglio. Durante un encuentro posterior con el primer ministro italiano, Matteo Renzi, el líder cubano declaró: “Yo me leo todos los discursos del Papa. Si continúa hablando así, les aseguro que volveré a rezar y regresaré a la Iglesia. Y no lo digo en broma”. Castro y Bergoglio prepararon la visita papal a Cuba, prevista para septiembre.

La reacción de Raúl Castro tras conocer a Francisco fue muy parecida a la de Barack Obama tras su visita al Vaticano en marzo de 2014. “El Papa nos desafía”, dijo entonces el presidente de EE UU, “nos pone ante los ojos el peligro de acostumbrarnos a la desigualdad. Y su autoridad moral hace que sus palabras cuenten. La suya es una voz que el mundo debe escuchar”. La visita de Obama consagró el liderazgo mundial de Jorge Mario Bergoglio, pero hubo que esperar hasta el 17 de diciembre para descubrir hasta qué punto el primer Papa latinoamericano estaba dispuesto a poner la diplomacia vaticana al servicio de la paz y el diálogo. En aquella jornada histórica en la que los presidentes de Estados Unidos y Cuba se declararon dispuestos a dejar atrás el conflicto que dividió América durante medio siglo, uno y otro destacaron públicamente la labor mediadora de Francisco. Ahora, la visita de Castro a Roma viene a confirmar que el camino de la reconciliación, aunque lento y difícil, sigue abierto.

Tras su encuentro privado y el habitual intercambio de presentes ante las cámaras —Castro entregó al Pontífice un cuadro inspirado en el drama de la emigración y el Papa le regaló un medallón que representa a San Martín de Tours, patrón de Buenos Aires, regalándole su capa a un pobre—, el presidente de Cuba se despidió del Papa con un largo apretón de manos. La reunión, según confirmaron ambas partes, sirvió para preparar la visita del Pontífice a Cuba, prevista para el próximo mes de septiembre, en las vísperas del viaje que el 22 de septiembre iniciará a EE UU y que lo llevará a Washington, Nueva York y Filadelfia. Lo que no ha trascendido aún es si el Papa estará solo un día y solamente en La Habana o si, por el contrario, permanecerá más tiempo en la isla con el objetivo de visitar otras ciudades.

Libertad religiosa

Por parte del Vaticano hay mucho interés en conocer si el Gobierno de Cuba está dispuesto a permitir —e incluso a favorecer— el libre acceso de la población a los actos religiosos en los que participe Francisco. Castro prometió este domingo en Roma asistir a “todas las misas” que Bergoglio oficie e incluso se declaró “jesuita como el Papa” porque siempre había estudiado en colegios de la Compañía de Jesús y había escuchado muchas misas a lo largo de su vida.

Aun así, fuentes de la Secretaría de Estado temen que las autoridades cubanas, en un momento de transición tan delicado como el actual, quieran aprovechar la visita del Papa para lanzar el mensaje de que la revolución, aunque dispuesta a modernizarse, sigue manteniendo el control del país.

“Los viajes de los papas a Cuba”, subraya un alto cargo de la Secretaría de Estado vaticana, “siempre han sido muy delicados, un juego de equilibrios entre el Gobierno revolucionario y la Santa Sede. Hasta ahora, el interés de la Iglesia era permanecer en la isla para favorecer, casi siempre de forma invisible, alguna apertura, algún diálogo con la oposición. De pronto, gracias a esos cimientos y al aliento del Papa y de Barack Obama, la historia parece próxima a cambiar. Pero, por eso mismo, tenemos que ser más cautelosos, más respetuosos con un régimen que no aceptaría aparecer como un derrotado”, apunta el alto cargo.

Raúl Castro ya estuvo en el Vaticano en 1997. Como ministro de Defensa y candidato a suceder a su hermano Fidel, visitó a Juan Pablo II en Roma para preparar la histórica visita de Karol Wojtyla a la isla en enero de 1998. “Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”, pidió entonces el papa polaco.

Esa apertura mutua, tanto tiempo soñada —sobre todo por los cubanos, principales damnificados del régimen comunista y del embargo impuesto a la isla por Estados Unidos desde principios de los años sesenta—, se está produciendo por fin.

Barack Obama y Raúl Castro parecen dispuestos a poner la firma bajo una frase que el papa Francisco suele repetir: “Negociar la paz requiere más valor que hacer la guerra. Hace falta mucho valor para decir sí al diálogo y no a la violencia”.


El Papa intensifica su labor de mediación en varios conflictos

Para ser un hombre de paz, el papa Francisco tiene muchos frentes abiertos. Su labor mediadora entre EE UU y Cuba, de la que apenas se conoce una mínima parte, supone solo la faceta más amable y exitosa de un empeño diplomático muy amplio y complicado.

Al poco de llegar al Vaticano —donde dos años después siguen desconcertados por su forma personalista de ejercer el poder—, Jorge Mario Bergoglio pidió a Pietro Parolin, su secretario de Estado, un hombre prudente con gran experiencia internacional, que engrasara la vieja y potente maquinaria diplomática del Vaticano. Si durante los últimos años la Curia solo había guerreado contra sí misma, ahora había que salir al mundo para poner en práctica el Evangelio.

Su primer objetivo, tan difícil que algunos lo tomaron por un loco o un incauto, fue reunir a israelíes y palestinos en el Vaticano para rezar juntos por la paz. Lo hizo después de un viaje a Tierra Santa en el que se conmovió ante el muro de los sufrimientos mutuos. “Construir la paz es difícil”, dijo el Papa, “pero vivir sin ella es un tormento”.

Mientras espera que aquella semilla germine en una tierra tan estéril, Bergoglio y sus cascos azules de la fe —monjas y curas perdidos en los rincones más lejanos del planeta, con acceso a lugares e información inalcanzables para los mejores servicios de información— parecen dispuestos a combatir la noble guerra de la paz. Venezuela, Colombia, los cristianos perseguidos por el Estado Islámico o las guerras de África son algunos de los frentes abiertos del Papa.

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