Increíble, pero real. Ateneo presentó tres pelotas para jugar de local ante Mercurio con la particularidad que era de color naranja y sobresaltaba en la verde gramilla del Estadio Las Flores. Lo cierto que la pelota no surcaba los aires de forma normal, tampoco picaba de la manera tradicional y se les hizo difícil a los 22 jugadores controlarla. Lo peor estuvo en los remates de media distancia o los cambios de frente.

Nico Puebla ensayó un tiro lejano que terminó no en la calle 25 de mayo que da detrás de uno de los arcos del barrio Las Flores, sino que en la paralela a ésta. Sí, fue tremendo.

Pablo Lagos  fue el jugador que peor  se llevó  con el balón naranja. Mandó por las nubes la primera que tuvo con pared de Chaparro incluída y como olvidar aquella de la primera etapa que recibió de Nico Benítez y mano a mano con el arquero de La Paz la tiró lejánamente a manzanas de distancia. En el ST probó suerte de media distancia mandándola otra vez a la estratósfera. Increíble.

Chaparro también la padeció. Luego de una gran jugada en el PT donde metió freno de mano con derecha, de zurda la mandó lejos del palo izquierdo de Gómez. También en el ST donde hizo un jugadón con otro enganche -esta vez de zurda-, pero de derecha no pudo definir. Tuvo una cuando restaba poco para terminar donde la mandó muy por arriba de los palos.

Mercurio también la sintió. En el PT tras una falla en la defensa, le quedó a Juan Alegre que con Strba casi por el piso definió de zurda e incréiblemente se fue por arriba del travesaño cuando pudo definir un poco mejor y abrir el marcador. También su juego se dificultó con los pelotazos a los que aspiraba desde su defensa para los rapiditos de arriba, porque esa pelota tomaba otros destinos que los que en realidad se pretendía. Y ni hablar la defensa que veía como ese balón se movía en el aire mientras esperaba el lugar exacto donde caería.

Los dos goles marcados con esa pelota fueron obra de Nico Benítez que la tuvo servida dentro del área chica, luego de un gran centro de Nico Puebla y Leandro Mendoza, empató tras quedarle servida,después de que nadie pudo sacarla.

Los restantes goles de Cabrera llegaron con un balón blanco que se cambió en los últimos minutos de juego. El partido por momentos se presentó con disparos que rozaban lo principiante o más parecido a los de Rugby que del balónpie. Sí, tremendo.

Lo cierto que mostraba peculiaridades de trayectoria pocos comunes y hasta el ruido del impacto de los jugadores sonaba más al golpe que se produce cuando se le pega a una pelota de voley. ¿Tuvo algo que ver el balón naranja? De todos modos, fue la pelota con la que estuvo entrenando durante la semana el equipo de Federal y que no mostró quejas de los players dentro del campo de juego. No pasó naranja...