Desde la razón, fundamentó que en 2017 lo esperan Asia, África y otros lugares del mundo como Colombia. Quienes lo conocemos, leemos, en el mensaje, que Francisco necesitaba bajar los decibeles, por las especulaciones de todo tipo que se hacían ante su posible viaje a la Argentina. Algo que ilusiona y repercute mal en la gente, cuando ésta descubre que no es así.

Él es la manera directa que eligió para transmitir. Es, desde siempre, ese mano a mano, que lo identifica con el pueblo argentino, que, como bien dice, "también es el mío porque, yo sigo siendo argentino, yo todavía viajo con pasaporte argentino".

Crónica dio esta primicia, porque estando a su lado en 22 viajes, que trotamos como corresponsales a su lado, nunca dijo que vendría. También sabemos, por los 17 años que hace que lo acompañamos, que no le gusta nada, pero nada, que se lo malinterprete. Los que, convencidos, ante una cámara de TV, detrás de un micrófono o desde una computadora, sostenían que el Papa nos visitaría, en noviembre de 2017 nos mentían.

Para Bergoglio la Patria es grandiosa, la ama y le gusta la palabra. Convoca a trabajar por ella, que no es otra cosa que hacer Patria, algo que está al alcance de todos y que no es la exclusividad de unos pocos o sólo de los próceres. Me enterneció cuando expresó que quería estirar el tiempo, de su mensaje, como un elástico. A él le cuesta siempre despedirse de nosotros.

Lo vi conmovido y cómo no iba a estarlo si Bergoglio es más argentino que el Martín Fierro y porteño como el tango. Entre los deberes que encargó para cada uno de sus compatriotas, los corporales y espirituales, esta el secreto para curar las almas. El perdón es su favorito, el más difícil para cualquier ser humano que camine sobre la tierra.

Es la base para no enfermarse de resentimiento. Por algo un sabio proverbio dice: "Pecar es humano y perdonar es divino". Él reza por nosotros. Es muy misericordioso. Por eso, no dejemos de hacerlo por él, porque siente, desde la fe, que lo sostiene la oración.