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MUNDO

21 de agosto de 2016

Por qué en la Argentina son tan caros los autos

Cada 10.000 gastados en la compra de un auto cero kilómetro, alrededor de 5.500 pesos son impuestos. Esto significa que más de la mitad del precio final de un vehículo nuevo va directamente a engrosar las arcas del Estado. La presión impositiva es más elevada que en Brasil, México y Estados Unidos. Hay quejas de la empresas por la competitividad.

Los gravámenes sobre los automóviles se traducen en un peso para la billetera de los consumidores: la presión impositiva total -acumulada a lo largo de la cadena de autopartistas, terminales y concesionarias- alcanza en la actualidad un 54,8%, según cálculos del sector privado. Pero además, los largos tentáculos del Estado se convierten en un inconveniente para las empresas cuando el Gobierno reclama una mejora de la competitividad sistémica, más integración al mundo y precios más económicos bajo el tamiz del flamante Plan Productivo Nacional.

Sin ir más lejos, el Ministerio de Producción mejoró a comienzos de año las escalas y alícuotas del impuesto interno a los autos pero no lo actualizó a fines de junio, pese a la inflación.

Nadie duda que los autos son caros en la Argentina. Más allá de la guerra de promociones y descuentos agresivos en los que actualmente batallan las automotrices -incluso con ventas en concesionarios a precios de fábrica-, sólo hay entre nueve y diez modelos en todo el país que cuestan menos de 200.000 pesos. El auto más económico en la Argentina ronda los 12.100 dólares. Se trata de un valor más alto, por ejemplo, que en Brasil, Chile y México. De acuerdo a un relevamiento de la revista Autofoco de octubre pasado, el país tiene los precios de los autos más altos de la región (también por encima de Chile, Perú, Colombia y Ecuador).

En toda la cadena de producción y comercialización de un auto se paga 21 por ciento de IVA, 9,13 por ciento de Ingresos Brutos, 7,69 por ciento de contribuciones patronales y ART, 4,5 por ciento de Ganancias, 4,15 por ciento de aranceles, 2,76 por ciento de tasa municipal, 2,76 por ciento de impuesto al cheque, 2,48 por ciento por impuesto a los sellos, inmobiliario y otros, y 0,34 por ciento de impuestos a las participaciones societarias.

“Entre estos impuestos se encuentran algunos muy distorsivos, como los ingresos brutos provinciales, las contribuciones sobre el trabajo, la tasa de seguridad e higiene y sellos, los cuales se acumulan en cascada sin poder eliminarse o compensarse”, indicó un cálculo conjunto de la Asociación de Fabricantes de Automotores (Adefa), la Asociación de Fábricas Argentinas de Componentes (AFAC) y la Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina (Acara), publicado por Ámbito Financiero.

En Brasil, la carga es levemente menor. Sumados el impuesto al Producto Industrializado (IPI), a la Circulación de las Mercaderías y Servicios (ICMS) y el Programa de Integración Social (PIS/Cofins), el peso de los impuestos llega al 42 por ciento. A eso se le agrega un 7,70 por ciento de impuestos no recuperables, lo que da una carga total de 49,7 por ciento.

Las cosas varían mucho en México y Estados Unidos. En el primer caso, no hay impuestos a la producción de vehículos, sí aranceles a la importación (la tasa más aplicada es de 20 por ciento), a lo que se suma la carga impositiva sobre el precio final al consumidor (gravámen sobre autos nuevos, sobre tenencia o uso de vehículo y al valor agregado. El peso total de los impuestos sobre el precio del auto es variable y va desde el 18 al 33 por ciento.

En cambio, en la potencia del norte no hay gravámenes a la comercialización de autos, pero sí a la importación de 0 km (hasta 2,5 por ciento para miembros de la OMC, pero llega al 10 por ciento para los no miembros). Sobre el precio final, hay IVA, impuesto a las ventas y otros que varían según el estado o condado. La carga impositiva total en Estados Unidos es entre 0 y 15 por ciento.

“Cuando uno entra a una concesionaria para comprar un 0 km, entra a comprar impuestos. Y cuando sale del comercio y va a la estación de servicio, también pide que le llenen el tanque con impuestos”, ironizó Diego Giacomini, director de la consultora Economía & Regiones, que agregó que la industria automotriz no es la excepción a la regla en el sector fabril. “El peor enemigo de la competitividad para el sector privado es el Estado. La relación gasto/ PBI, la presión tributaria, el costo del capital, la inflación y el costo salarial después de impuestos y en relación con la productividad son claves de la competitividad. En todos esos componentes aparece el Estado y en todos estamos peor que en la región”, afirmó el economista.

El gobierno entendió este problema y a comienzos de junio creó la Comisión de Análisis para la Reforma Tributaria, en el Ministerio de Hacienda. “Está claro. En la Argentina hay muchos sectores donde la presión tributaria afecta los precios finales y por eso vamos a revisar la estructura tributaria completa no sólo para promover el consumo, sino también la inversión”, dijo una fuente oficial.

“El peso de los impuestos en la industria automotriz, que no es muy diferente del de la industria en general, abre el debate sobre la competitividad sistémica”, señaló Dante Sica, director de la consultora Abeceb. “Es muy difícil competir con los autos coreanos o japoneses en Colombia, Chile o Perú con esta estructura”, agregó el experto, que ve un leve repunte de la venta este año y “brotes verdes” en 2017 con un leve despegue brasileño.

 

Las claves de los precios altos

La estructura impositiva en la Argentina tiene un fuerte peso, con impuestos altamente distorsivos

En la industria piden trabajar además con los costos logísticos y los costos laborales

En la Argentina aún falta escala para competir, pero además hay quejas con los precios los insumos básicos.

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