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OPINION

28 de junio de 2016

El fútbol argentino es un caos y explota en todos lados

El deporte más popular de nuestro país está metido en un terremoto inédito y con un escenario actual que sólo permite pensar que lo que viene seguirá estando lejos de los ciclos exitosos que se sucedieron no hace tanto.

Messi cansado de ponerse la celeste y blanca, la selección nacional sin conducción en ninguna de todas sus categorías, la FIFA que piensa en desafiliar a la AFA y la quiere intervenir porque no se sabe cuales son sus autoridades, los clubes que siguen empobrecidos y endeudados hasta la médula, el gobierno que metió la cola en defensa de intereses políticos ajenos al propio deporte, la justicia que desembarcó en Viamonte rompiendo los protocolos de la organización mundial, los dirigentes que se tiran de los pelos mientras no pueden resolver procesamientos judiciales y, por sobre todo, un final que sigue teniendo la misma oscuridad al final del camino.

El fútbol argentino explota por todos lados y mientras tanto los mismos que encendieron la mecha son los que tienen que apagar el incendio que generaron.

Las palabras de Messi diciendo la selección se acabó para mí fue la explosión más ruidosa y las que más daño futuro genera. El mejor de todo el mundo, el jugador que aman en todo el planeta, el rey mundial, de golpe se va y manda a la selección argentina al furgón de cola de los sin brillo. Si Messi no juega, no sólo no habrá ilusión, tampoco habrá facturación, un dato que para las economía de este fútbol pobre es algo así como un tiro en la cien. Desde ese lugar de partida es que importa muy, pero muy, poco saber sí el técnico es Martino, Simeone, Bilardo, Menotti o Caruso Lombardi.

Por eso, las finales perdidas parecen un anécdota triste al lado de las generaciones de la era Passarella, de la era Bielsa, de la era Pekerman y hasta la de Maradona, que fracasaron peor que la actual. Ya que las circunstancias presentes obligan a presumir que en medio de todo este caos, donde no hay siquiera hay entrenadores en las juveniles, era Messi que el hacía flotar la balsa a la deriva y no el que la estaba hundiendo. Su salida es otro problema mayor.

Ser campeón o exitoso en este caos hubiera sido un milagro que no le habría echo bien al fútbol. Porque es imposible que las cosas funcionen si el origen de todo, los clubes, están empobrecidos, endeudados y en muchos casos sacudidos por problemas judiciales y con las barras bravas metida hasta los huesos. Eso mismo se trasladó a la AFA que ayer tuvo una amenaza de bomba y lo que parece un chiste es casi el núcleo dramático del asunto. 

Allí, en la casa mayor, las cosas hace rato que navegan en el barro. Tres actores se pelean por el poder; los dirigentes que no se quieren ir y los que quieren desembarcar, el otro que se subió al ring fue el gobierno con la espada de la justicia y en estas horas mandaron los soldados de la FIFA para que no le falte nada todo este gran balurdo.

Que en medio de esta tormenta aun no se sepa cuando vuelve el fútbol y de que modo, que va a pasar con la sub 23 que va a los Olímpicos, quien le paga a los jugadores de los clubes, sí Boca y River van a estar en las copas internacionales que se vienen en poco tiempo, entre otras cosas alimentan aun más el fuego voraz de este estallido.

El fútbol argentino atraviesa así su momento más crítico, más caótico y más incierto de casi toda su historia profesional. Huérfano por donde se lo mire, más aun con esto que dijo Messi, se vienen tiempos donde de lo que menos se va a hablar y escribir es de lo más espirituoso, que son los goles y el juego.

 

 

 

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