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OPINION

27 de febrero de 2018

ABORTO ¿Cómo se justifica matar a un inocente indefenso?

Se ha dicho que “la guerra es la masacre entre gente que no se conoce, para provecho de gente que sí se conoce pero no se masacra”. Nadie regresa de la guerra tranquilo, nadie se escapa del trauma de la guerra, nadie podrá olvidar nunca que mató a muchos semejantes, que bombardeó ciudades enteras, que torpedeó naves, por más que los altos mandos le digan que eso fue legitimado por altos ideales e intereses que hacen al destino y seguridad de su patria. Nadie conoce a su víctima fatal a la que saca del combate por “sagrados” principios y con eso le basta. Pero cuando se hace matar a un ser que es persona desde su concepción, quien lo demanda y quien lo ejecuta saben bien lo que hacen y a quién se lo hacen, aunque ese ser nunca sabrá porqué, de qué se lo acusó y porqué se lo condenó sin asignarle defensor, aunque las leyes lo amparen. Quienes están allí es porque sus respectivas progenitoras privilegiaron la vida. El médico Bernard Nathanson peleó en EE.UU. por la ley del aborto. Cuando falleció había segado la vida de 75.000 inocentes, engañando prensa, falseando estadísticas, desacreditando a la Iglesia Católica e ignorando la evidencia científica. Cuando observó crudas imágenes de sus horrores, se convirtió en uno de los mayores líderes pro-vida del mundo. Si el presidente Macri leyera la bibliografía científica y jurídica mundial que impide destruír una vida por nacer, no vacilaría en retirarles la “luz verde”a sus legisladores para abrir debate. Es una suerte de asepsia par conservar las manos limpias. Quienes dicen que el aborto es un derecho, hacen apología del crimen. Si se mata a un ser vivo, se llama homicidio.

Por Luis María Serroels,
especial para ANÁLISIS DIGITAL

En 1974 el profesor Jeromê Lejèume demostró que “el feto tiene un ADN distinto al de la madre”. Mediante ultrasonido determinó que en el vientre no era distinto: comía, dormía, bebía líquidos, soñaba, se chupaba los dedos como un recién nacido”.

El primer mandatario argentino ha dicho que no pondrá obstáculos al tratamiento legislativo de un proyecto de ley para despenalizar el aborto y dará “libertad de conciencia a los legisladores de Cambiemos para que voten de acuerdo a sus convicciones”. ¿Desde cuándo un legislador debe respetar las leyes madres ya existentes según sus libres convicciones, más aún cuando se supone que la libertad de conciencia y la libertad de pensar, decir y optar de toda persona, no puede evadirse de la defensa de la vida? Todo ello dentro del marco de las leyes escritas y la ley de Dios. El presidente tiene la potestad del veto final, por lo cual no se comprende que haga anuncios previos sobre una eventual legislación cuyo proyecto hoy no existe. Matar o no a un hijo no puede ser materia opinable ni sujeta a debate.

¿Tiene que anunciar el mandatario que no pondrá trabas al debate de una ley, siendo que el ocupante de una banca es libre de elaborar y presentar sus proyectos? Si Macri, siendo jefe del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires vetó en octubre de 2012 una norma aprobada por la Legislatura porteña que reglamentaba los abortos no punibles, sorprende hoy su posición ante las demandas de una movilización de mujeres cuyo número jamás puede ser representativo de los millones de mujeres que habitan nuestro país y privilegian la vida.

Hay incontables pronunciamientos autorizados en el mundo entero (incluyendo Premios Nóbel) que coinciden en que “la vida comienza en el momento de la fecundación, en el momento de la fusión del espermatozoide con el óvulo”. Y además acuerdos internacionales acogidos en el art. 75º, inciso 22º de nuestra Carta Magna, en forma particular el Pacto de San José de Costa Rica.

“El hombre entero se encuentra ya en el óvulo desde el momento en que éste es fecundado: todo el hombre con todas sus potencialidades”. No es una cuestión opinable sino una evidencia experimental. En la concepción ya comienza la aventura humana.

A partir de todas las constataciones de la ciencia, queda claro que –como señala el doctor Zamorano Sanabria, Catedrático de Embriología de la Universidad Complutense de Madrid-, “producir un aborto es matar a un ser humano”.

La estrechez de espacio obliga a abreviar esta columna. Pero resulta imposible soslayar conceptos indubitables y contundentes.

De la unión óvulo y espermatozoide nace un nuevo ser, una célula diferente con doble herencia (23 cromosomas del hombre y 23 de la madre) y 6 horas después la célula inicial comienza a dividirse geométricamente en una “explosión de vida” hasta llegar a los 60.000 millones de células constitutivas del niño por nacer, como destaca Carmen Díaz-Varela.

A los 17 días el embrión comienza a diseñarse: sistema nervioso, vértebras, costillas, médula espinal, futura cabeza con rudimentario cerebro. A tres semanas algunas células empiezan a latir, el corazón de un tamaño de un grano de trigo no dejará de hacerlo hasta la muerte. A partir de allí se esbozan los brazos, las piernas y la cara y a los dos meses se tiene completamente formada la figura.

Luego –con 10 cms. de talla y 45 grs. de peso, se van sucediendo los demás órganos, toman movimiento los miembros, los músculos, los nervios y al 9no. mes el ser vivo se aprestará hacer su aparición en nuestro mundo. La interrupción voluntaria de esa vida, es un crimen y pretender –como algunos- que se podrían realizar abortos antes de los cuatro meses es absolutamente imposible. Matar ese niño y hacerlo con uno ya nacido, es un mismo delito que no admite cuestionamientos.

En un vigoro alegato que tituló Aborto: ni chupacirios ni traidora de género, la Editora Ejecutiva de Noticias, Alejandra Daiha, se explaya en torno de la pretendida despenalización del aborto “para evitar que una práctica habitual sea un delito (…) pero no me pidan que lo grite como un gol”.

Advierte que “no me llamen conservadora, chupacirios ni traidora de género porque no acuerde en que la única opción sea cortar por lo sano. Tras opinar que “será una solución sanitaria a los embarazos no deseados, la más radical, pero no la única”.

Propone que “acompañar a las mujeres para que lleguen a parir y dar su hijo en adopción a tantas otras que lo buscan sin éxito por una burocracia infernal, sería un Plan B más solidario y amoroso”.

La editora sostiene que “se argumenta que las mujeres más pobres son las víctimas propiciatorias de los abortos, pero es el sector económico más vulnerable donde se encuentra la mayor disposición a seguir adelante embarazos destinados a la adopción”.

La frase más profunda destaca que “¿Cuántas mujeres educadas, autónomas, con medicina prepaga y acaso vegetarianas por piedad a los animales, somos capaces de afrontar la responsabilidad de dejr ser a esa persona que arrancó su existencia azarosamente dentro nuestro? ¿Cuántas somos capaces de resignarnos a que se proyecte y crezca lejos de nuestro destino?”. Y culmina diciendo que “Yo no sé si hubiera tenido el valor, pero eso no me conduce a negar que en un montoncito de células y un latido incipiente empieza la vida de alguien, que no le pertenece a nadie”.

La libertad de conciencia sólo está atada a la decisión personal de un indivíduo pero no por eso queda habilitado para matar a un niño por nacer. Aún no se debate el tema de los médicos objetores de conciencia, cuestión muy sensible por cierto.

Mauricio Macri parece conocer muy poco sobre el aborto y sobre el principio de la vida desde la concepción, que no podrá modificar ningún ejercicio de libertad personal ni acuerdo de bloque. El reciente “pañuelazo” de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Seguro y Gratuito, pareció conmover más al presidente que la calificación de homicidio que esto conlleva.

Los legisladores que apoyen el aborto no estarían en sus bancas si sus progenitoras hubieran hecho lo que ahora buscan poner en debate.

Todos opinan, menos el inocente que aguarda en el vientre de su mamá que transcurran las nueve lunas, para formar parte de la comunidad mundial con todos sus derechos, a partir del principal: el derecho a la vida. Padre y madre no son dueños del bebé formaron

Los abortistas proponen que para que no corra riesgos la vida de la madre en operaciones clandestinas, se elimine al vástago en operaciones legalizadas.

Una declaración de la Iglesia Católica reafirmca el comienzo de la vida desde la concepción, aunque abre la perspectiva de analizar la traumática situación de las mujeres víctimas de violación. ¿Alguien duda de que esta postura nació en la residencia romana de Santa Marta?

Miles de parejas que sueñan y luchan por ser padres y madres felices, se avendrían a abrirles las puertas de sus corazones al niño que arribará para cubrirlo con amor y ternura sin límites. La asistencia económica y psicológica del Estado a quien lo concibió debe ser lo más sensato. Entre la grandeza de una mujer y el estallido de felicidad de futuros padres, hay espacio para que sus tres corazones consagren el amor por la vida.
   
 

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