ABORTO ¿Cómo se justifica matar a un inocente indefenso?
Se ha dicho que “la guerra es la masacre entre gente que no se conoce, para provecho de gente que sí se conoce pero no se masacra”. Nadie regresa de la guerra tranquilo, nadie se escapa del trauma de la guerra, nadie podrá olvidar nunca que mató a muchos semejantes, que bombardeó ciudades enteras, que torpedeó naves, por más que los altos mandos le digan que eso fue legitimado por altos ideales e intereses que hacen al destino y seguridad de su patria. Nadie conoce a su víctima fatal a la que saca del combate por “sagrados” principios y con eso le basta. Pero cuando se hace matar a un ser que es persona desde su concepción, quien lo demanda y quien lo ejecuta saben bien lo que hacen y a quién se lo hacen, aunque ese ser nunca sabrá porqué, de qué se lo acusó y porqué se lo condenó sin asignarle defensor, aunque las leyes lo amparen. Quienes están allí es porque sus respectivas progenitoras privilegiaron la vida. El médico Bernard Nathanson peleó en EE.UU. por la ley del aborto. Cuando falleció había segado la vida de 75.000 inocentes, engañando prensa, falseando estadísticas, desacreditando a la Iglesia Católica e ignorando la evidencia científica. Cuando observó crudas imágenes de sus horrores, se convirtió en uno de los mayores líderes pro-vida del mundo. Si el presidente Macri leyera la bibliografía científica y jurídica mundial que impide destruír una vida por nacer, no vacilaría en retirarles la “luz verde”a sus legisladores para abrir debate. Es una suerte de asepsia par conservar las manos limpias. Quienes dicen que el aborto es un derecho, hacen apología del crimen. Si se mata a un ser vivo, se llama homicidio.
Por Luis María Serroels,
especial para ANÁLISIS DIGITAL