Un uniforme y mucho más por José María Serroels
Los avatares del destino llevaron a que un policía entrerriano y un ciudadano brasileño se encuentren en una ruta. El primero, conduciendo su vetusto automóvil y el otro caminando por la banquina sin mayor orientación. Este episodio se terminó ligando con el hecho infrecuente del aterrizaje forzado de un aeroplano en un campo del departamento Federal. Con el correr de las horas se conocieron detalles reveladores de la subsistencia de valores y reglas de conducta ejemplares, tanto más si su protagonista consideró su proceder como simple “cumplimiento del deber”. Sin dubitar, rechazó una altísima suma de dólares ofrecida por el finalmente confeso piloto de la aeronave -quien había trasladado drogas- a cambio de favorecerlo. Ante un alto nivel de corrupción que involucra a funcionarios del Estado, este acto debe resaltarse sin retaceos. Alguien dijo que “este tipo está loco” (aludiendo al uniformado), pero en realidad el Sargento Ayudante Horacio Iglesias -quien no debería considerarse una excepción en su Fuerza-, nunca estuvo más lúcido y más cuerdo al momento de decir no. Consentir el soborno le habría solucionado graves dificultades materiales, pero le generaría un nuevo problema: el no poder dormir tranquilo. Sus reflexiones exhiben la solidez con que se arraigan ciertos preceptos sustanciales en quienes sienten como normal lo que otros observan como rareza. En este caso incidieron razones que preceden a su condición de policía donde juró servir con honradez. El entorno familiar, el legado ancestral y su lugar en el mundo, se juntaron para dirigir sus acciones.
Por Luis María Serroels