SALUD
16 de mayo de 2016
Hipertensión arterial: prevenible y reversible
Se denomina hipertensión arterial a la presión sanguínea elevada, una enfermedad en la que la sangre ejerce tensión contra las paredes de las arterias.
Se denomina hipertensión arterial a la presión sanguínea elevada, una enfermedad en la que la sangre ejerce tensión contra las paredes de las arterias. “Es uno de los principales factores de riesgo de enfermedad cardiovascular y uno de los más importantes de enfermedad coronaria, insuficiencia cardíaca, y renal”, afirmó a AIM el médico especialista en Endocrinología y Metabolismo Sergio Schlimovich. Su prevalencia se incrementó por los malos hábitos alimenticios, la ingesta excesiva de alcohol, el sedentarismo, la obesidad, el sobrepeso y el estrés.
En diálogo con esta Agencia, el experto en Promoción de la Salud y Prevención de Enfermedades explicó que “las arterias son los vasos que llevan la sangre desde el corazón al resto del organismo humano, dentro de ciertos parámetros normales. Pero cuando el caudal de sangre que propulsa el corazón aumenta o cuando se incrementa la resistencia de las arterias a su paso, o ambas cosas a la vez, la tensión arterial se eleva y deriva en hipertensión arterial”.
En términos cuantitativos, se considera hipertenso a un adulto mayor en reposo cuando el valor de su presión es igual o mayor a 140/90 mm Hg. “A todos nos sucede que nos suba la tensión arterial cuando estamos muy emocionados o nerviosos, pero esto se considera un reflejo normal del organismo. La hipertensión se considera una afección clínica cuando esta elevación se prolonga en el tiempo. Si se hace persistente, puede generar un peligro para la salud; cuanto más elevada y cuanto más tiempo transcurra sin ser tratada, tanto mayor será el riesgo. La hipertensión arterial es el mayor factor de riesgo de muerte en todo el mundo, y las personas hipertensas tienen mayor probabilidad de sufrir apoplejías, ataques al corazón, o insuficiencia renal o cardíaca. Por eso, y porque generalmente el paciente carece de síntomas, se ha llamado a la hipertensión el asesino silencioso. La hipertensión es prevenible y en muchos casos reversible, dependiendo de las causas, el tiempo y la severidad del cuadro”.
¿Cómo regula el organismo la tensión arterial?
A medida que el corazón impulsa la sangre a través de las arterias, aquella se mantiene bajo una tensión constante. Muchas veces al día ocurre que esa tensión arterial aumenta cuando el corazón late con mayor rapidez para suministrar sangre a las partes del organismo que lo requieren. Por ejemplo, esto sucede con el ejercicio físico; pero concluido éste, la tensión arterial vuelve a su nivel normal habitual. A largo plazo, y con la persona en reposo, el organismo regula la tensión arterial de dos maneras: 1) contrayendo o estrechando las arteriolas, que son pequeños vasos sanguíneos derivados de las arterias; o 2) regulando el volumen de líquido de la sangre. Los riñones desempeñan un papel de gran importancia en esas dos funciones, ya que segregan una hormona llamada renina, que hace que las arteriolas se contraigan, aumentando la tensión arterial; pero además, regulan el volumen de líquido de la sangre reabsorbiendo sodio o excretándolo con la orina. Si el organismo retiene sodio, tanto el volumen de la sangre como la tensión arterial aumentan. Sin embargo, ésta acción de la renina no actúa sola, sino que forma parte de un complejo sistema regulatorio de la presión arterial conocido como “renina-angiotensina-aldosterona”.
¿Cuál es la causa de la hipertensión?
La causa de la hipertensión arterial es el desequilibrio entre los sistemas del organismo encargados de mantener la debida proporción entre el diámetro de las arteriolas (pequeños vasos) y el volumen de líquido de la sangre. En la gran mayoría de los casos, se desconoce la causa íntima de la hipertensión, por lo que sigue definiéndose como “hipertensión primaria” o “hipertensión esencial”, lo que representa el 90 por ciento de las hipertensiones. Sin embargo, evidencias científicas consistentes indican que un número de factores bien identificados son capaces de desencadenar esta clase mayoritaria de hipertensión. Entre estos factores está la obesidad, provocada por dietas ricas en grasas y la falta de ejercicios físicos regulares; el exceso de estrés (hiperestrés o distrés); el uso excesivo de sal común en la dieta; la diabetes; el exceso de alcohol y cigarrillo. La hipertensión arterial se da también ocasionalmente en mujeres que toman anticonceptivos orales. Tan solo el 10 por ciento de los casos de hipertensión arterial son atribuibles a enfermedades como trastornos renales, algunos tumores o algunas afecciones arteriales.
Schlimovich aclaró que “las personas obesas tienen mayor riesgo de ser hipertensas, debido a que el tejido adiposo produce una hormona llamada angiotensinógeno, que interactúa con la hormona renina producida por el riñón”.
Asimismo, todos saben que el nerviosismo agudo o persistente puede provocar un aumento de la presión arterial: esto se debe a dos componentes principales que intervienen en el estrés; el cortisol (una hormona segregada por la glándula suprarrenal) y la noradrenalina (un neurotransmisor segregada principalmente por el tallo cerebral). Es necesario comprender la diferencia entre “el estrés normal” y “el estrés patológico (o distrés)” ya que su sistema, según funcione de una u otra manera, puede provocar tanto efectos positivos como negativos en el organismo. “Ambos componentes responden a estímulos fisiológicos y su concentración a nivel sanguíneo y en el sistema nervioso, respectivamente, se encuentran dentro de ciertos límites normales, lo cual es un hecho beneficioso para el organismo”, destacó el profesional. Esto se conoce también como “ritmo circadiano” del estrés”, que es lo que nos permite reaccionar favorablemente ante algún peligro, despertarnos por la mañana, estar alertas o emocionarnos frente a algún acontecimiento.
Pero, ¿qué sucede si este ritmo normal de liberación cíclica del sistema del estrés o eustrés se altera, sobrepasando los límites máximos tolerables?
El especialista afirmó que el resultado “es completamente opuesto, y el sistema pierde su control y se torna perjudicial para el cuerpo humano. Así, el ritmo cíclico normal diario de cortisol es reemplazado por otro que pierde su ritmicidad, presentando valores elevados de esta hormona que, sumado a los mayores niveles diarios de secreción de noradrenalina, provoca serios trastornos en la salud. Nos encontramos frente al llamado estrés patológico o distrés”.
¿Cómo afecta la hipertensión al organismo?
La hipertensión por sí misma no suele dar síntomas en sus estados iniciales, pero más tarde, éstos aparecen inexorablemente, cuando la tensión arterial suele ya estar muy elevada. Los síntomas más frecuentes son: dolores de cabeza, pequeñas hemorragias nasales, y mareos, y en casos más graves, confusión y convulsiones.
La tensión arterial elevada acelera el proceso de la aterosclerosis, es decir, la formación de placas de ateroma (colesterol y otras sustancias anómalas) en el interior de las arterias. En este proceso, los componentes que formarán la placa de ateroma son transportados por la sangre, acumulándose luego paulatinamente en varios sitios de la pared arterial, que se encuentra previamente dañada por la hipertensión arterial de larga data. Cuando la acumulación de placas produce una obstrucción en las arterias coronarias, que suministran sangre al corazón, se desencadena un infarto de miocardio, conocido comúnmente como ataque al corazón. Si el bloqueo arterial se localiza en el cerebro, resulta en un accidente cerebrovascular o apoplejía. Pero si el daño se produce en las arteriolas (vasos más pequeños), puede desencadenar una hemorragia cerebral (con o sin apoplejía), ceguera o insuficiencia renal. La evolución de la hipertensión -sin tratamiento- tiende gradualmente a aumentar su severidad con el paso del tiempo y, al cabo de años, puede ocasionar insuficiencia cardíaca
En la segunda mitad del embarazo puede producirse un serio trastorno en la salud llamado “preeclampsia”, que se caracteriza por una brusca elevación de la presión arterial, fuertes dolores de cabeza, perturbaciones visuales y retención de líquidos corporales. La preeclampsia es más común en las mujeres primíparas (que tienen hijos por primera vez) y en las menores de 25 años o mayores de 35 años.
¿Cómo se diagnostica la hipertensión arterial?
Una sola determinación elevada de la presión no es indicativa de hipertensión arterial, ya que normalmente puede estar más elevada en forma transitoria de un momento a otro y por distintas causas. Además, algunos pacientes experimentan lo que se conoce como “hipertensión por efecto guardapolvo o bata blanca”, que significa que la presión arterial sube cuando el paciente concurre al consultorio, y el guardapolvo o bata blanca del médico le genera nerviosismo.
La tensión arterial se expresa mediante dos valores, que son: 1) el valor más alto, que representa la tensión sistólica, que ocurre cuando el corazón se contrae, y 2) el valor más bajo, que encarna la tensión diastólica, que ocurre cuando el corazón se relaja durante el intervalo entre latido y latido. Estos valores se obtienen a través de un instrumento llamado esfigmomanómetro, o simplemente tensiómetro. La presión arterial normal varía según la edad; por ejemplo, en el adulto, la presión tomada en reposo es de unos 120/80 mm Hg, expresada comúnmente como “120/80, o 12/8 por la mayoría de los pacientes”. Asimismo, en el adulto joven se registran típicamente valores normales del orden de los 110/75 mm Hg, que son aún más bajos en los chicos de corta edad. En el adulto, las tensiones arteriales iguales o mayores a 140/90 mm Hg indican hipertensión, aunque hay que tener en cuenta que la presión arterial suele aumentar con la edad.
“El diagnóstico de hipertensión arterial no es sólo cuestión de números”, señaló el médico, quien indicó que es necesario determinar mediante el interrogatorio cuál o cuáles son las causas que desencadenan la afección, cuáles los hábitos alimentarios, los ejercicios físicos y el control de distrés y si existen antecedentes familiares de tensión alta. El profesional le preguntará al paciente qué cantidad de sal, bebidas alcohólicas, tabaco, medicamentos tales como anticonceptivos orales o drogas estupefacientes consume. Es muy probable también que se le extraigan muestras de sangre para determinar la funcionalidad de los riñones y las concentraciones de colesterol.
¿Cómo se trata la hipertensión?
Para la gran mayoría de los enfermos de hipertensión, el tratamiento adecuado está en modificar las verdaderas causas que provocan la enfermedad; es decir, cambiar los malos hábitos por un estilo de vida saludable.
Sustancias naturales que favorecen la normalización de la presión arterial
El ajo y el jengibre previenen y tratan una amplia diversidad de patologías, entre ellas la hipertensión arterial. Son también dos hipotensores naturales.
Pero además, “comer pasas de uva diariamente puede ser otro método saludable para el corazón al reducir la presión arterial”, confirmó Schlimovich, quien agregó que se conoce desde hace tiempo que “estas frutas secas y otros alimentos contienen sustancias específicas que pueden ser beneficiosas para la presión arterial”.
Sin embargo, el uso de medicamentos suele ser la medida terapéutica a la que más se le presta atención. En el mejor de los casos, ambas pueden ser necesarias pero nunca se debe omitir implementar un plan de estilo de vida saludable (dieta adecuada, ejercicios físicos regulares y control del exceso de estrés). Sin embargo, para el pequeño porcentaje de personas donde la hipertensión se debe a determinadas afecciones de los riñones, a trastornos arteriales o ciertos tumores, la cirugía suele ser el tratamiento de elección. “Como vimos anteriormente, la obesidad puede ser un factor determinante en la elevación de la presión arterial, y es necesario tratarla en forma integral a través de una dieta correcta y equilibrada, baja en sodio y grasas saturadas, un plan de ejercicios físicos regulares como caminatas periódicas y, no menos importante, el control del exceso de estrés mediante ejercicios de relajación, yoga o meditación, o cualquier ejercicio físico moderado. La mayoría de los hipertensos con obesidad puede reducir su tensión arterial mediante estas medidas integrativas. Diversos estudios e investigación indican que por cada kilogramo de peso que se pierde, disminuye en promedio una décima de milímetro de mercurio la presión arterial”, explicó el profesional.
En los casos en que la hipertensión es moderada o pronunciada, o leve pero no responde a la dieta, al ejercicio físico y a otros cambios en el estilo de vida, puede ser necesario el uso de medicamentos.
Prevenir es mucho mejor
El conocimiento y la experiencia demuestran que la mejor forma de prevenir en el adulto mayor cualquier enfermedad “prevenible” como la hipertensión arterial, es practicar un estilo de vida saludable, consistente en una dieta correcta y equilibrada, libre de sustancias perjudiciales como las grasas saturadas o el exceso de sal refinada; mantener ejercicios físicos regulares; y técnicas de relajación periódicas para el control del distrés. Para el adolescente y el adulto joven, que tienen poca probabilidad de sufrir de hipertensión en épocas tempranas de la vida, esta enfermedad puede parecer un motivo de poca preocupación; sin embargo, la adopción de un estilo de vida saludable para mantenerse en buenas condiciones psicofísicas con las mismas medidas anteriormente mencionadas, contribuyen a prevenir futuros problemas de salud. A cualquier edad, es aconsejable evitar sustancias perjudiciales para la salud, como el fumar tabaco o beber alcohol en exceso. La nicotina de los cigarrillos acelera el ritmo del corazón y contrae los vasos sanguíneos, y el abuso de alcohol se ha asociado con un mayor riesgo de hipertensión y de muchos otros problemas en la salud. Algunas drogas como la cocaína pueden afectar directamente al corazón y elevar la presión arterial. Tomarse la presión con regularidad puede ser una medida preventiva para la detección precoz de la hipertensión. “Aunque esto no prevenga la aparición de la hipertensión, puede representar la oportunidad de un tratamiento en una etapa más temprana de la enfermedad, y reducir el riesgo de las graves consecuencias que puede provocar esta patología silenciosa”.