Es la Constitución, la educación y la lectura, estúpidos
En 1776, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos –que inspiró tantas Constituciones, como la nuestra– estableció como “derechos inalienables” del pueblo a “la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad”. Y legó además argumentos que hoy resultan entre encantadores y paradójicos si se aplican, en la Argentina, al macrismo y el radicalismo claudicante: “Cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla, o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios (...) Cuando una larga serie de abusos y usurpaciones (...) evidencia el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y proveer de nuevas salvaguardas para su futura seguridad y su felicidad”.
Semejante declaración explicó en sí misma, y en su párrafo final, por qué y cómo los norteamericanos de entonces consiguieron su objetivo, empeñando “vida, hacienda y nuestro sagrado honor”.