Tras una agresiva campaña que polarizó al país como pocas veces, Estados Unidos elegirá hoy al nuevo presidente entre la experimentada dirigente demócrata Hillary Clinton y el magnate republicano Donald Trump, dos candidatos que tienen niveles de impopularidad sin precedentes.

Más de 200 millones de personas están habilitadas para votar en los comicios, en los que Clinton aspira a convertirse en la primera mujer en la historia en llegar a la Casa Blanca y Trump busca capitalizar el descontento con la clase política tradicional y acceder a su primer cargo en la gestión pública.

Con todas las miradas sobre la carrera por la Presidencia, los comicios también renovarán la composición del Congreso, algo clave para el margen de maniobra del futuro presidente, dando a los demócratas una excelente oportunidad de retomar el Senado y socavar el amplio control republicano de la Cámara de Representantes.

Clinton, de 69 años, y Trump, de 70, llegan al día más esperado del largo año electoral en un virtual empate en intención de voto, lo que extiende la incertidumbre hasta el minuto final.

Las últimas encuestas muestran a Clinton entre tres y cinco puntos por encima de su rival republicano, aunque los promedios de los sondeos más recientes apuntan a un final de bandera verde. En una nueva señal de alarma para el republicano, tres nuevos sondeos mostraron que Trump sigue sin poder superar su techo del 43% de intención de voto a nivel nacional.

No obstante, Trump mantiene su principal base de apoyo en los blancos con bajo a medio nivel educativo, pese a lo cual, sin ser capaz de expandir su base, tiene muy difícil tocar el 45% a nivel nacional o ganar los estados clave, en especial los más diversos, como Florida, Colorado o aun la republicana Arizona.

Estos estados tienen importantes comunidades de latinos, a quienes Trump ofendió profundamente durante la campaña, acusando a los inmigantes mexicanos de “violadores” y narcotraficantes y prometiendo construir un muro en la frontera con México para detener el ingreso de drogas y de indocumentados.

Los sondeos se habían puesto parejos el mes pasado cuando Trump empezó a recuperar terreno luego de enfrentar acusaciones de abuso sexual tras la aparición de un video de 2005.

El magnate neoyorquino llevó adelante una campaña populista y nacionalista que caló hondo entre los blancos de clase trabajadora aquejados por la desindustrialización de algunas zonas del país y la pérdida de puestos de trabajo.

Trump prometió deshacer el legado progresista de Obama, incluyendo su histórica reforma de Salud, así como reconstruir unas Fuerzas Armadas agotadas, renegociar acuerdos de libre comercio y revisar las alianzas del país.

Clinton, cuyo apoyo se basa en las mujeres de mayor nivel educativo y los miembros de minorías, como afroestadounidenses, latinos, la comunidad LGBT, judíos y asiático-estadounidenses, prometió continuar los logros de Obama pero también corregir lo perfectible, así como mantener las alianzas tradicionales en la escena internacional. Su plataforma económica incluye una fuerte suba de impuestos a los más ricos y una rebaja de la carga fiscal para aquellos con menos ingresos.