Ahora la Corte dice que las causas penales, laborales, civiles y comerciales deberán pasar por el STJ de la ciudad. Esto implica que jueces sin capacitación ni instrucción en la aplicación de las leyes de fondo tendrán que decidir sobre estas causas.

 

Y esta movida se diseñó así para que la causa de Macri del Correo, y cualquier otra fechoría macrista, sea decidida por los jueces que puso Mauricio Macri. Es decir, para que esa causa quede en manos de jueces propios.

Debe ser el episodio de corrupción más grande en la década, por decir algo. Esto es motivo suficiente para pedir juicio político, salvo que no lo quieran ver. Necesitan una ley del Congreso de la Nación para llevar a cabo esto. La Corte Suprema aplica las leyes, no las crea; no puede inventar las leyes.

No hay persona de bien en la justicia que pueda avalar esto. Y, además, si el Superior Tribunal de la Ciudad debe ocuparse de todas esas causas, ¿cuántas salas tendría que tener? ¿Cuántos jueces habría que nombrar?

 

Y esos jueces, ¿quién los nombraría? Jorge Macri. El PRO, que ya maneja Comodoro Py, ahora tendría toda la justicia en sus manos, que por supuesto son, en realidad, las de la mafia de Clarín.

Hoy, los abogados bien podrían terminar sus escritos cambiando la conclusión de sus alegatos. La frase sería: “No habrá justicia”.

Desde el primer día del 2025 Argentina se queda, definitivamente, sin justicia. Eso que muchas veces decimos como una metáfora por las cámaras cooptadas, por toda esa gente detestable.

Estoy pensado que Eduardo Casal ha dicho en otro fallo que no se podía pasar el TSJ de Buenos Aires. Creo que en el dictamen que da para el fallo, opina en contra de lo que dice la Corte. ¿Cómo será la cañada si el gato la cruza al trote?

 

Los temas referidos a la justicia no le llegan a la gente, salvo los casos de corrupción que impulsa Clarín. Y esa corrupción es únicamente la de sus enemigos; la tropa propia está protegida, sin ningún pudor. Un caso más que concreto es el del fiscal Hornos, el que leyó el fallo contra CFK.

Su exmujer sigue denunciando un acoso que se presenta como exactamente igual al que se señala todos los días contra Alberto Fernández, pero Hornos tiene protección. Es lo típico que vende la mafia.

Se conocen las pruebas del acoso en una investigación que presenta las grabaciones de ese hostigamiento. En esas grabaciones aparece el fiscal desesperado por intimidar a la denunciante, pero mediáticamente no pasa nada. A Hornos, el beneficio de un silencio inmoral; al expresidente, el cadalso.